La pubalgia es una de esas lesiones que muchas veces pasan desapercibidas hasta que se convierten en un problema serio. Se asocia habitualmente al mundo del deporte, especialmente a disciplinas como el fútbol, el running o el tenis, y no sin razón. Los movimientos explosivos, giros intensos, aceleraciones, frenadas, o desequilibrios musculares en deportes como el fútbol, el running, el pádel o el crossfit son algunos de los desencadenantes más habituales.
En muchos casos, la lesión no llega de golpe, sino como una acumulación de microtraumatismos que terminan por generar un dolor que limita, frustra y —en ocasiones— obliga a parar por completo la actividad.
Pero no es una lesión exclusiva de los deportistas.
De hecho, en Corporis vemos a menudo casos de pubalgia en personas con estilos de vida muy distintos, que no practican deporte de forma intensa, y que, sin embargo, sufren dolor persistente en la región púbica o inguinal sin saber bien por qué.
Aunque la sobrecarga muscular derivada de la actividad deportiva es una causa habitual, hay otros factores igual de importantes que pueden generar una pubalgia o agravarla si no se identifican a tiempo:
Cuando existe un desequilibrio entre la fuerza de los aductores, los músculos abdominales y el core profundo, se genera una tensión anormal en la sínfisis púbica. Esto es especialmente frecuente en personas sedentarias que pasan muchas horas sentadas, con la pelvis mal alineada (retroversión o anteversión mantenida), o en quienes tienen una activación deficiente del abdomen profundo o del suelo pélvico. Estos desajustes alteran la forma en que se reparte la carga al caminar o moverse, favoreciendo la aparición de dolor.
Operaciones como cesáreas, apendicectomías, cirugías ginecológicas o hernias inguinales pueden dejar restricciones fasciales que interfieren en la movilidad normal entre pelvis y tronco. Estas tensiones, a menudo olvidadas, se acumulan y pueden derivar en dolor crónico en la zona púbica sin una causa aparente reciente.
Determinados trabajos exigen movimientos repetitivos, cargas mal ejecutadas o posturas forzadas durante muchas horas. Incluso actividades cotidianas como levantar objetos en casa sin buena técnica o caminar mucho con un patrón de movimiento alterado pueden sobrecargar los estabilizadores de la pelvis y provocar pubalgia.
Alteraciones en la marcha, una pierna ligeramente más corta que la otra, bloqueos articulares en la zona lumbar, problemas en la movilidad de la cadera o incluso patrones compensatorios tras antiguas lesiones, pueden generar un desequilibrio de cargas que recae crónicamente sobre la región púbica. Con el tiempo, estas disfunciones estructurales mal corregidas se manifiestan en forma de dolor
En estos casos, la pubalgia no aparece de forma aguda, sino que se va instalando progresivamente. La molestia puede comenzar como una simple incomodidad al caminar, al subir escaleras o al cambiar de postura, y acabar limitando actividades básicas del día a día. Por eso, es importante no asociar la pubalgia exclusivamente al deporte: también puede tener causas muy comunes, silenciosas y acumulativas, que requieren un enfoque clínico cuidadoso.
Una vez aparece la lesión, es muy habitual cometer errores que no solo ralentizan la mejoría, sino que pueden cronificar el problema. En Corporis nos encontramos a menudo con pacientes que han convivido con el dolor durante meses (o incluso años) sin recibir un tratamiento adecuado.
Veamos los errores más frecuentes:
El primer error es no escuchar al cuerpo y seguir forzando. Pero el segundo, igual de perjudicial, es guardar un reposo absoluto prolongado, que genera más debilidad y rigidez. La clave está en encontrar el equilibrio: descanso activo, con ejercicios terapéuticos progresivos adaptados a cada fase de recuperación.
Es frecuente recurrir a antiinflamatorios, cremas o máquinas sin valorar las causas reales del problema. El alivio sintomático puede ser momentáneo, pero si no se trata el origen (desequilibrio muscular, bloqueo articular, tensión miofascial…), la lesión reaparece.
Muchas personas comienzan a estirar los aductores de forma intensa, pensando que así aliviarán la pubalgia. Pero si el problema no está ahí, o si el músculo está ya irritado, el estiramiento puede ser contraproducente. Lo mismo ocurre con ejercicios mal seleccionados: no todo vale, ni siquiera el “core training” si no está bien guiado.
La pubalgia no se cura solo con reposo ni con una única técnica. Se necesita un enfoque global que combine terapia manual, control motor, fortalecimiento, corrección postural y, si es necesario, tratamiento con técnicas avanzadas.
En Corporis, partimos de una evaluación completa para identificar el origen concreto de la lesión en cada persona. No tratamos síntomas, sino causas. Nuestro enfoque terapéutico combina:
El primer paso en el tratamiento de la pubalgia es una evaluación exhaustiva que incluye:
Esta fase es crucial para identificar la causa exacta del dolor y diseñar un plan de tratamiento efectivo.
En Corporis adaptamos el tratamiento a la fase de tu pubalgia y a tus necesidades específicas. Si estás en una etapa aguda, nos enfocamos en aliviar el dolor y la inflamación. En fases de recuperación, trabajamos en fortalecer la musculatura y mejorar la movilidad. Si la lesión es crónica, utilizamos técnicas avanzadas como la EPI o las ondas de choque para regenerar los tejidos. Además, corregimos posibles desajustes biomecánicos y te guiamos en la prevención de futuras lesiones. Cada tratamiento está diseñado para que puedas volver a tu vida diaria o deportiva de manera segura y efectiva:
Una vez controlado el dolor, nos centramos en tratar las causas subyacentes mediante:
Además, consideramos factores metabólicos y regenerativos del paciente, adaptando el tratamiento según su capacidad de recuperación.
Entendemos que cada paciente es único, por lo que:
Y lo más importante: acompañamos al paciente en todo el proceso. Escuchamos, explicamos cada paso y adaptamos el tratamiento a la evolución real, sin protocolos cerrados.
✋ Si sientes dolor en la zona del pubis, no lo normalices
La pubalgia no siempre se manifiesta con un dolor claro y agudo: a veces es una molestia difusa, un tirón al mover la pierna, una sensación de tensión persistente en el bajo vientre… Si llevas tiempo con síntomas y no encuentras solución, te animamos a que nos consultes.
En Corporis Fisioterapia, estamos para ayudarte. No solo a recuperarte, sino a entender lo que te pasa y prevenir que vuelva a ocurrir.
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