SÍNDROME FÉMORO-PATELAR o CONDROMALACIA ROTULIANA
Guía completa sobre el síndrome fémoro-patelar/condromalacia rotuliana: causas, síntomas y tratamiento
¿Te duele la rodilla al subir escaleras, al estar mucho tiempo sentado o al agacharte? Si la molestia aparece en la parte delantera de la rodilla, justo detrás o alrededor de la rótula, puede tratarse del síndrome fémoro-patelar, también conocido como condromalacia rotuliana.
Se trata de una de las causas más habituales de dolor anterior de rodilla. Afecta tanto a adolescentes como a adultos activos y sedentarios, y puede llegar a limitar tanto la práctica deportiva como las actividades de la vida diaria (caminar, arrodillarse, estar mucho rato sentado). Aunque muchas personas lo llaman “desgaste de la rótula”, hoy sabemos que es un problema multifactorial, donde influyen factores biomecánicos, musculares y sensitivos.
Anatomía y biomecánica
La rótula o patela es un hueso sesamoideo, es decir, un pequeño hueso que se forma dentro del tendón del cuádriceps. Como todos los huesos sesamoideos, su función principal es proteger el tendón y mejorar la eficacia mecánica del músculo, funcionando como una especie de “polea” que aumenta la fuerza de extensión de la rodilla.
La rótula se articula con la tróclea femoral, situada en la parte anterior e inferior del fémur, y ambas superficies están recubiertas por cartílago articular, un tejido liso y resistente que permite que la rótula se deslice suavemente sobre el fémur durante los movimientos de flexión y extensión.
Durante la flexión, la rótula desciende por el surco troclear, aumentando el contacto con el fémur; al extender la rodilla, asciende y disminuye la superficie de apoyo. La distribución de fuerzas depende de la posición de la rótula, el ángulo de la rodilla y la tensión de los tejidos blandos.
La estabilidad de la rótula se mantiene gracias al equilibrio entre:
- Estabilizadores dinámicos: cuádriceps (en especial el vasto medial oblicuo), isquiotibiales y musculatura de la cadera (glúteo medio, menor y rotadores externos).
- Estabilizadores estáticos: retináculos medial y lateral, fascia lata/banda iliotibial, ligamento patelofemoral medial (MPFL) y la morfología ósea de la rótula y la tróclea.
Factores anatómicos como un ángulo Q elevado, la anteversión femoral, la torsión tibial, los pies planos o una tróclea poco profunda pueden favorecer el maltracking (mal deslizamiento) de la rótula.
¿Qué diferencia “síndrome fémoro-patelar” y “condromalacia”?
Es habitual que ambos términos se utilicen como sinónimos, pero en realidad no significan exactamente lo mismo. La condromalacia rotuliana se refiere a los cambios degenerativos o de reblandecimiento en el cartílago que recubre la cara posterior de la rótula. Es un diagnóstico estrictamente anatómico, que suele confirmarse con pruebas de imagen o, en el pasado, incluso con artroscopia.
Por otro lado, el síndrome fémoro-patelar (SFP) es un concepto clínico más amplio. Se utiliza cuando una persona presenta dolor en la zona anterior de la rodilla, relacionado con actividades típicas como subir escaleras, permanecer sentado mucho tiempo o realizar sentadillas, aunque no se haya demostrado una lesión visible en el cartílago. Dicho de otra manera: podemos tener síndrome fémoro-patelar sin condromalacia, y condromalacia sin dolor clínico.
Por eso, hoy en día, la mayoría de guías clínicas recomiendan hablar de síndrome fémoro-patelar cuando nos referimos al conjunto de síntomas y limitaciones funcionales, reservando el término condromalacia únicamente para los hallazgos estructurales en el cartílago.
¿Qué síntomas y qué tipo de dolor produce?
El síntoma principal es el dolor anterior de rodilla, localizado en la parte frontal, alrededor o detrás de la rótula. Este dolor suele describirse como difuso, profundo y molesto, más que punzante, y con frecuencia es difícil de señalar con un dedo un punto exacto.
Se manifiesta en situaciones muy características:
- Subir o bajar escaleras, donde aumenta la carga patelofemoral.
- Ponerse en cuclillas o arrodillarse, movimientos que obligan a un mayor contacto entre rótula y fémur.
- Después de estar mucho tiempo sentado con la rodilla flexionada (lo que se conoce como el “signo del cine”).
- Correr, especialmente en bajadas o cuestas, o practicar deportes de salto.
En algunos casos, los pacientes refieren chasquidos o crepitación al mover la rodilla, e incluso una sensación de inestabilidad o de que la rótula “no va por su sitio”. La intensidad es variable: desde una molestia ocasional hasta un dolor incapacitante que impide el deporte o actividades cotidianas.
¿Qué lo provoca? (factores de riesgo)
El síndrome fémoro-patelar es una condición multifactorial, es decir, no aparece por una sola causa sino por la suma de varias que alteran la mecánica y aumentan la presión sobre el cartílago. Entre los principales factores de riesgo encontramos:
- Desequilibrios musculares: debilidad del cuádriceps, en especial del vasto medial oblicuo, y falta de fuerza en la musculatura de la cadera (glúteo medio, glúteo menor, rotadores externos), que son fundamentales para mantener la alineación de la rodilla.
- Alteraciones de la alineación de la pierna: un ángulo Q elevado, rodillas en valgo, anteversión femoral, torsión tibial o pies planos/pronadores favorecen que la rótula se desplace hacia el exterior.
- Sobrecarga o uso excesivo: aumentos bruscos de entrenamiento, deportes con gestos repetitivos (correr largas distancias, saltos, fútbol, baloncesto), entrenar en superficies duras o sin el calzado adecuado.
- Factores estructurales: rótula alta (patella alta), tróclea femoral poco profunda o antecedentes de luxaciones rotulianas.
- Factores individuales: sexo femenino (relacionado con mayor laxitud ligamentaria y diferencias anatómicas), historial de lesiones previas o una mala técnica deportiva.
Estos factores no actúan por separado, sino que se combinan. Por eso, en cada paciente debemos identificar qué elementos predominan para diseñar un plan de tratamiento personalizado.
Exploración clínica — qué buscamos en la consulta
El diagnóstico del síndrome fémoro-patelar es principalmente clínico, es decir, se basa en la entrevista y la exploración física más que en las pruebas de imagen.
En la consulta, lo primero es escuchar al paciente: qué tipo de dolor siente, en qué actividades aparece, cómo ha evolucionado y si hay antecedentes de lesiones o luxaciones. Después, pasamos a la evaluación funcional: observamos la postura, la marcha, la forma de subir y bajar escalones o de realizar una sentadilla. El test de sentadilla a una pierna (single-leg squat) y el step-down test son muy útiles porque ponen en evidencia la falta de control de la cadera o la aparición de un valgo dinámico de rodilla.
También se realizan pruebas específicas sobre la rótula. Una de las más conocidas es la prueba de compresión patelofemoral (Clarke), donde se aplica presión sobre la rótula mientras el paciente contrae el cuádriceps; si reproduce el dolor, el test es positivo. El test de aprensión patelar se utiliza para valorar la inestabilidad, observando si el paciente siente inseguridad al desplazar la rótula lateralmente. Además, se comprueba la movilidad patelar y la tensión de los retináculos que rodean la rótula.
En la mayoría de los casos, estas pruebas clínicas son suficientes para confirmar el diagnóstico. Las radiografías o resonancias solo se indican cuando hay sospecha de otras lesiones, traumatismos importantes o cuando el dolor no mejora tras un tratamiento adecuado.
¿Cómo se manifiesta el dolor?
El dolor del síndrome fémoro-patelar tiene unas características muy reconocibles. Generalmente aparece en la parte anterior de la rodilla, ya sea justo detrás de la rótula o alrededor de ella. Muchas personas lo describen como un dolor difuso, profundo y molesto, más que punzante o localizado.
Suele intensificarse en situaciones donde aumenta la presión entre la rótula y el fémur, como al subir o bajar escaleras, ponerse en cuclillas, correr en bajadas o arrodillarse. Otro signo muy característico es la llamada “rodilla del cine” o “signo del teatro”: el dolor aparece después de permanecer mucho tiempo sentado con las rodillas flexionadas, y mejora al estirarlas.
En algunos pacientes también se acompaña de crujidos, chasquidos o sensación de roce al mover la rodilla. No siempre son signos de gravedad, pero sí suelen generar preocupación y limitación funcional.
Limitaciones que puede provocar
Aunque al principio el dolor puede ser solo una molestia puntual, con el tiempo el síndrome fémoro-patelar puede llegar a ser realmente incapacitante. Entre las limitaciones más habituales encontramos:
- Dificultad para hacer deporte, sobre todo actividades que implican carrera, saltos o cambios de dirección.
- Molestias en la vida cotidiana, como caminar distancias largas, estar mucho tiempo de pie, subir escaleras o agacharse.
- Restricción en actividades sociales o laborales, por ejemplo, personas que trabajan arrodilladas o sentadas largos periodos pueden ver afectado su rendimiento.
- Sensación de inestabilidad o falta de confianza en la rodilla, que lleva a evitar ciertos movimientos por miedo al dolor.
Todo esto puede generar un círculo vicioso: cuanto menos se usa la rodilla, más debilidad muscular aparece, y esto a su vez empeora la mecánica, perpetuando el problema.
Tratamiento recomendado
El abordaje del síndrome fémoro-patelar debe ser integral y personalizado, teniendo en cuenta los factores de riesgo que hemos identificado en cada persona. Los pilares del tratamiento incluyen:
- Control del dolor y la inflamación: se pueden utilizar técnicas manuales, fisioterapia avanzada (como radiofrecuencia, neuromodulación o electroterapia) y vendajes específicos para reducir la molestia en las primeras fases.
- Fortalecimiento muscular progresivo: es la base del tratamiento. Los ejercicios se centran en el cuádriceps (especialmente el vasto medial oblicuo) y en la musculatura de la cadera (glúteos y rotadores externos), que controlan la alineación de la rodilla.
- Estiramientos y movilidad: liberar tensión en músculos que influyen sobre la rótula, como la banda iliotibial, los isquiotibiales o el psoas, ayuda a equilibrar las fuerzas.
- Reeducación del movimiento: se trabajan patrones de marcha, técnica de carrera y de salto, así como ejercicios de control motor para evitar el valgo de rodilla.
- Corrección de factores asociados: en algunos casos puede ser necesario un estudio biomecánico de la pisada y valorar el uso de plantillas personalizadas.
El tratamiento debe ser progresivo: primero centrado en controlar el dolor y recuperar fuerza básica, y más adelante en la readaptación al deporte o la actividad diaria. La constancia y la supervisión profesional son clave para el éxito.
¿Se puede prevenir?
La buena noticia es que sí, en muchos casos el síndrome fémoro-patelar se puede prevenir o al menos reducir el riesgo de que aparezca. Las medidas más efectivas incluyen:
- Mantener una musculatura fuerte y equilibrada, especialmente en el cuádriceps y los glúteos.
- Introducir la actividad física de forma progresiva, evitando aumentos bruscos de volumen o intensidad en los entrenamientos.
- Cuidar la técnica deportiva, prestando atención a cómo corremos, saltamos o entrenamos con carga.
- Elegir un calzado adecuado y, si es necesario, realizar un estudio de la pisada para corregir alteraciones biomecánicas.
- Incorporar ejercicios de movilidad y control motor en la rutina, no solo entrenar la fuerza.
En definitiva, mantener un equilibrio entre fuerza, movilidad y control del movimiento es la mejor estrategia para evitar que la rótula sufra un deslizamiento anómalo que, con el tiempo, pueda convertirse en dolor.
¿Debo preocuparme? Pronóstico y señales de alarma
Aunque el dolor puede ser muy limitante, el síndrome fémoro-patelar no significa necesariamente artrosis ni daño irreversible. Con un buen tratamiento, la evolución suele ser favorable.
Conviene acudir pronto al especialista si:
- El dolor dura más de 6 semanas pese a los cuidados básicos.
- Hay bloqueo de la rodilla o inflamación marcada.
- Existe antecedente de luxación o caídas repetidas.
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